19 de julio de 2014

Al principio todo es confusión, el mundo a tu alrededor cae, se deshace y se funde, como perdiendo toda su forma, como si nunca la hubiera tenido; entonces también desaparecen los colores en una espiral absorbente que lo destroza todo hasta que sólo quedan cenizas.
Y no sabes dónde estás.
Ni de dónde vienes.
Y, por supuesto, mucho menos a dónde vas.
El ruido del mundo se confunde en un extraño silencio que te atrapa. 
Intentas pensar en cómo has acabado así, ¿qué pasó? Si es que pasó algo que lo cambiara todo o en verdad siempre estuvo igual, el problema es que tú no fuiste capaz de ver que todo estaba condenado y tú con ello.
Tampoco serás capaz de encontrar una solución, así que realmente te da igual todo.
Entre escombros el mundo se ve algo más cruel, como una lente que te permite ver cómo es en realidad, pero no sirve de nada si no abres los ojos antes.
Te dejas caer y te unes al caos, es como ese viejo dicho "si no puedes vencerles, únete a ellos", la diferencia puede que sea que esta vez te unes a tu propia destrucción.