29 de diciembre de 2015

Abrazar estrellas


He vivido cómo se rompían en pedazos todos los cristales de esta casa mientras la noche caía.
Y yo vivía en cada fragmento.
He vivido cómo la luz se desvanecía a mi alrededor.
Y yo era una sombra más.



La oscuridad lo rodeaba todo y el frío congelaba desde dentro cada pequeña chispa de ilusión que intentaba prender. Los fantasmas gritaban maldiciones desde un recóndito lugar de la memoria. 
Y cada paso hacía más largo el camino. Estaba paralizada en una celda de piel temblorosa, cumpliendo condena, con el miedo como único carcelero.
Pero aún quedaba una luz, tenue y cálida, cuyo reflejo titilante en mis pupilas llegaba a parecerse a la esperanza. Lejanas estrellas a años luz de distancia hacían ver la finitud de la noche.
Con los dedos y el alma entumecidos la espera se prolongó, el silencio reverberaba en mis oídos y apagaba mi voz, el peso de la oscuridad se cerraba sobre mí y la presión dificultaba cada respiración.
Aferrada a una estrella, a la única luz que quedaba, cerré los ojos al mundo y esperé que la noche acabara antes de que llegara a consumirse.